Sencillamente Cintio
Por: Leonardo Depestre Catony.
Entre 1944 y 1956 circuló una revista que marcó una etapa de la cultura cubana: Orígenes. A sus padres fundadores se les designó Grupo Orígenes u origenistas, y en él militaron, junto a José Lezama Lima, Roberto Fernández Retamar, y Eliseo Diego: el sacerdote Ángel Gaztelu, Enrique Labrador, Agustín Pi, Mariano Rodríguez, Gastón Baquero y Rodríguez Feo… una pareja integrada por Fina García-Marruz y su esposo, el autor que nos ocupa, Cintio Vitier, quien pese a su relevancia es, dentro de la literatura cubana, sencillamente Cintio, uno de los poetas de mayor hondura patria y conocedor exhaustivo de la obra, la ética y el espíritu martiano.
Cintio dirigió el Centro de Estudios Martianos, del que por último fue nombrado presidente honorario. Desde allí coronó una obra indispensable para hoy y para todos los tiempos: los Cuadernos Martianos, gracias a los cuales, los alumnos de primaria conocen a un Martí capaz de ser identificado por los lectores infantiles y, con mayor razón, ser admirado y querido.
Vitier proviene de una familia de prosapia mambisa (el abuelo materno, José María Bolaños, fue coronel del Ejército Libertador), culta y de fina sensibilidad. Nacido en Cayo Hueso, La Florida, en 1921, inició sus estudios en Norteamérica y en 1935 se trasladó a La Habana, donde cursó el bachillerato.
En 1938 publicó su primer libro, Poemas, con presentación de Juan Ramón Jiménez, y aunque se graduó de doctor en Derecho Civil en 1947, jamás ejerció la carrera, inclinado más al magisterio —el padre, Medardo Vitier, fue prestigioso educador—, a la crítica, al ensayo literario y al cultivo de una obra poética ya imperecedera, con títulos como: Vísperas (1953) y Poemas de mayo y junio (1990), o bien la novela De Peña Pobre (1980), y los ensayos Lo cubano en la poesía y el ya histórico Ese sol del mundo moral, publicado por primera vez en Cuba en 1995, entre otros.
Cintio también se dedicó a conservar el legado del Grupo Orígenes y de su publicación homónima, atacada a principios de los 60 por una parte de la intelectualidad y sumergida después en una suerte de ostracismo involuntario, pero que en los últimos años recobró su razón de existir, la de buscar lo cubano en la poesía.
En relación con lo anterior, Cintio profetizó:
Hay ríos que se sumergen en la tierra y después reaparecen. Orígenes tuvo y tiene esa capacidad porque siempre trabajó con los secretos de la Isla. Su visibilidad no puede ni podrá nunca agotarla.
Educador innato, Cintio rescató el estudio de la historia patria en años tan difíciles como los del Período Especial, a partir de 1990. Al respecto comentaba:
Modelos foráneos entraron en nuestro sistema educacional, cada vez más alejados de la magnífica tradición pedagógica cubana (…) Martí fue reducido a efemérides y consignas, o perdió sustancia y aroma en verdaderos maratones de ponencias…
Responsable de la edición crítica de las Obras Completas de José Martí, por el Centro de Estudios Martianos, empeño en que contó con la colaboración de su esposa Fina y del investigador y crítico Emilio de Armas, también tuvo a su cargo la edición crítica de Poesía completa de Martí.
No podemos, dentro de los límites espaciales establecidos por un artículo periodístico, reseñar sino una pequeña muestra del quehacer de Cintio. No obstante, nos detendremos por razón de personales preferencias (que confesamos nunca están ausentes) en un libro, Crítica cubana, publicado en 1988 por la Editorial Letras Cubanas. Se trata de una colección de ensayos en que prevalece, a un tiempo, el criterio del erudito y el aliento dinámico del periodista. El volumen contiene algunos de los juicios más certeros vertidos sobre figuras de la intelectualidad cubana como Emilio Ballagas, José Lezama Lima y Juan Marinello, pero lo que más destaca es la personalización en apenas una pablara, una sentencia, que da sobre importantes poetas del siglo XIX cubano. José María Heredia es «el desterrado», Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido) es «el juglar», José Jacinto Milanés es «el obseso», Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé) es «el desaparecido», Juan Clemente Zenea es «el errante», Julián del Casal es «el artista», Juana Borrero es «la imposible» y José Martí es sencillamente «el poeta».
Erudito, laborioso y tenaz, autor de ensayos, poesía, narrativa, crítica, traducciones, con una obra que lo coloca entre los autores cubanos de mayor significación del siglo XX, laureado con el Premio Nacional de Literatura 1988 y la Orden Nacional José Martí, también con la Orden Félix Varela de Primer Grado y la Medalla Alejo Carpentier, así como la Orden Carlos J. Finlay del Consejo de Estado, Cintio ejerció la más hermosa de las carreras, la que siembra y cultiva para después cosechar hombres y mujeres amantes de sus raíces, verbigracia cubanos.
Una hoja tras otra no hacen un árbol
sino un libro un libro tras otro
no hacen un árbol sino una colección
de libros Una colección tras otra hacen
una biblioteca En la biblioteca dicen
que no hay pájaros pero yo los he visto
Lo que no he visto es libros en el bosque
Claro que el bosque mismo puede considerarse un libro etc.
Etcétera es la única palabra que la hoja abomina.
Aun cuando Cintio Vitier se despidió de este mundo el 1 de octubre de 2009, este 25 de septiembre de 2021 celebramos su primer siglo. Lo hacemos con el júbilo y la responsabilidad de enaltecer su legado, promover su obra, verlo como el maestro que fue y el insigne cubano que sigue siendo.
Fuente: Cubarte