Raquel Revuelta: icono del teatro cubano
Por: Jorge Rivas Rodríguez.
Venida al mundo en La Habana, el 14 de noviembre de 1925, Raquel Revuelta Planas pasó a convertirse en figura emblemática de las artes escénicas del siglo XX en la Isla, la más sobresaliente, sin dudas, no solo por su magistral desempeño como actriz, además, de la radio, el cine y la televisión, sino también por sus extraordinarios aportes en la modernización y desarrollo del teatro cubano, amén de su impronta en la enseñanza a través de su desempeño como profesora titular del Instituto Superior de Arte (ISA), hoy Universidad de las Artes, donde alternó esa labor con la de Decana de la Facultad de Artes Escénicas.
Recuerdo con afecto a esta excelsa dama de carácter férreo, pero amigable, inmersa en el fogueo cotidiano, en sus disímiles responsabilidades, primero como directora —hasta su fallecimiento— de Teatro Estudio, compañía que instituyó en 1958, junto a su hermano Vicente y otros seis artistas; responsabilidad que alternó con sus deberes como fundadora y presidenta del Consejo Nacional de las Artes Escénicas; además de su desempeño en el magisterio y como presidenta de la filial nacional del Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral, CELCIT-CUBA, organización cultural de promoción e investigación artística, que agrupa a numerosos teatristas de Iberoamérica.
En la lucha insurreccional contra la dictadura Batistiana
Revolucionaria inclaudicable, Raquel se formó en el seno de un hogar humilde, devoto de las artes, sobre todo del teatro, expresión en la que su madre, Silvia Planas, dejó profundas huellas en el cine; tanto ésta, como su padre Vicente, de procedencia española, inculcaron a sus hijos significativos valores de patriotismo y justicia, enseñanzas que la actriz llevó como emblema durante toda su fructífera vida, en la cual experimentó, en la década de los años 50 del pasado siglo, disímiles sucesos en favor de la lucha insurreccional contra la dictadura del tirano Fulgencio Batista, entre los que recordaba el allanamiento de su casa y el aprisionamiento de su hermano, quien pudo salir de la cárcel gracias a las gestiones de la ya famosa estrella de la televisión y el cine; en tanto se hacían notar las actividades de ambos como miembros de la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo junto a los artistas e intelectuales con ideas progresistas.
Mujer con una extraordinaria belleza —física y espiritual— y a la vez portadora de una recia personalidad que imponía respeto, igualmente se incorporó a la lucha en la clandestinidad a través del Movimiento 26 de Julio, en el que realizó peligrosas operaciones, como las de distribuir propaganda revolucionaria y conducir hacia distintos lugares, bajo el respaldo de su popularidad, armas y compañeros rebeldes.
El primer gran éxito a los 11 años de edad
Desde su triunfo en La Corte Suprema del Arte, cuando solo tenía 11 años de edad, comenzó a brillar. Primero, en 1941, bajo la dirección de Paco Alfonso en Teatro Popular; compañía con fuertes vínculos con la Central de Trabajadores de Cuba, conducida por el Capitán de la Clase Obrera, Lázaro Peña, quien siempre profesó especial interés por los artistas cubanos, gestión en la que sobresalió su presentación, ese mismo año, ante el Congreso de la República, del Proyecto de Ley de Defensa del Artista Nacional, mediante el cual demandó del Ministerio del Trabajo que los músicos y actores se beneficiaran con leyes de descanso retribuido y de maternidad obrera, y abogó por la creación de una editorial de música que protegiera a los autores cubanos. Raquel prontamente simpatizó con aquellas ideas. Tenía entonces 16 años de edad y ya había definido, para siempre, su compromiso social y político en defensa de los humildes.
Dos años después participó, junto con Paco, en la fundación de Mil Diez, proclamada como La Emisora del Pueblo, creada por el Partido Unión Revolucionaria Comunista. Entretanto, su carrera artística subía como la espuma; y en 1947 obtiene su primer gran reconocimiento, el Premio Talía a la mejor actuación femenina por su actuación en Nada menos que todo un hombre, de Miguel de Unamuno, bajo la dirección de Luis Amado Blanco, laurel que consiguió de nuevo en 1952 junto con el Premio de la Unión de la Crónica Tele Radial Diaria y el Premio de los diarios Avance e Información.
Asimismo, en 1954 recibió el Trofeo Antillana, de los Redactores Cinematográficos y Teatrales, por sus películas filmadas en Cuba y México; el Gran Premio Avellaneda, de los Críticos Asociados de Radio y TV, como la Actriz Más Valiosa del Año, y, en 1956, el Premio de la Agrupación de Redactores Teatrales y Cinematográficos (ARTYC) como la Mejor Actriz del Año por su excelente desempeño en Juana de Lorena, del binomio Julio García Espinosa-Vicente Revuelta, y escenificada por este último, suceso precedente a la creación de Teatro Estudio.
Humberto Solás: trabajar con ella es un acto de suplicio y veneración…
«Ante ella tengo como una eterna perplejidad; es el único rostro de perpetuo enigma (…) para mí es una personalidad que sugestiona (…), trabajar con ella es un acto de suplicio y veneración al mismo tiempo», de tal forma opinó de ella el destacado cineasta y director Humberto Solás, quien en 1968 la dirigió en la memorable película Lucía, uno de sus más logrados éxitos en el cine.
Un año antes de fallecer, Raquel Revuelta pudo ver terminado uno de sus más preciados empeños de los últimos años de su vida: la apertura de la Sala Adolfo Llauradó, donde estaba ubicada la cochera de La Casona de Línea, un vetusto inmueble que ella integró eficientemente a Teatro Estudio.
Esa noche de 2003 estrenó el que fuera su último espectáculo, una depurada versión del Tartufo, de Moliere, con los primeros actores Mario Aguirre, Alina Rodríguez y el joven Osvaldo Doimeadiós. Antes, algunos proyectos fílmicos quedaron por hacer. Tartufo estuvo a su altura y repletó la sala.
«No olvido el momento en que durante los primeros ensayos me comentó su plan y la interrogué al respecto. ¿Moliere?… ¿Tartufo? Su finísimo olfato y su vasta experiencia en escudriñar el alma humana me proporcionaron la más divertida, veraz y contundente respuesta de cara a la época que vivimos», afirma en un artículo publicado el 24 de enero de 2019, en La Jiribilla, bajo el título de “Raquel Revuelta: Mucho más que una gardenia”, la prestigiosa teatróloga, investigadora, dramaturga y ensayista, Esther Suárez Durán.
López Sacha: Teatro Estudio fue, más que un teatro, una escuela teatral
El destacado especialista en Teatralogía y crítico de cine y literatura, Francisco López Sacha, recientemente me afirmó que «el teatro contemporáneo en Cuba nació bajo la dirección de Raquel Revuelta cuando esta fundó Teatro Estudio en 1958. Con ella se profundizó en el denominado Método Stanislavski. Se modernizaron algunos clásicos del teatro universal y se estrenó Bertolt Brecht. De modo que, bajo su dirección, el teatro en nuestro país se abrazó a un horizonte experimental».
El Sistema o Método Stanislavski, constituye un acercamiento a la actuación desarrollado por Konstantin Stanislavski, actor y director en el Teatro de Arte de Moscú (fundado en 1897), quien desarrolló un ejercicio que ayudara a los actores a ser plenamente dueños de su arte. La influencia de su método ha sido fuertemente acogida en el teatro e, incluso, en el cine. Una de sus aportaciones fue la creación del estudio o taller de actores, que consiste en que tanto los novatos, como los profesionales, pueden experimentar, improvisar y resolver juntos los problemas que enfrentan en su desempeño sobre las tablas.
«Teatro Estudio fue, más que un teatro, una escuela teatral, puesto que muchos de sus actores y directores fundaron, años después, grupos emblemáticos del teatro cubano, como Escambray, con Sergio Corrieri; Irrumpe, con Roberto Blanco; y Buendía, con Flora Lauten. De modo que Raquel Revuelta ejerció un magisterio como directora y como actriz, que incluyó a la facultad de Artes Escénicas del ISA, la cual llegó a dirigir a finales de los años 80»; dijo Sacha, también reconocido narrador, ensayista y profesor cubano de arte.
Vivía en carne propia los personajes, los amaba y los sufría
Raquel trascendió como brillante actriz “de carácter”. Asumía de tal modo sus personajes que, más que interpretarlos, los vivía en carne propia, los amaba y los sufría; entrega de la que se hicieron emblemáticos sus papeles en Lucía, Lady Macbeth, Ariadna del Lago, la Dama de las Camelias, Santa Juana de América, Madre Coraje, Un tranvía llamado deseo y otros muchos.
Obtuvo otros numerosos reconocimientos, entre los que vale mencionar, además, los otorgados por el Consejo de Estado de la República de Cuba: la distinción Por la Cultura Nacional, la Medalla Alejo Carpentier y la Orden Félix Varela; así como fue la primera en recibir junto a su hermano Vicente, tras su instauración en 1999, el Premio Nacional de Teatro; además de Doctora Honoris Causa en Artes, en el ISA.
Durante la tarde del 24 de enero de 2004 se difundió la lamentable noticia: a los 76 años de edad, aún con muchos proyectos por realizar, había fallecido la mujer ícono del teatro cubano, al que se entregó sin descanso y en el que cosechó resonantes triunfos. Sus restos reposan en el Cementerio de Colón, en La Habana, la ciudad que tanto amó.
En su honor, muy cerca de su Teatro Estudio, en el año 2012 se inauguró la sala Teatro Raquel Revuelta, complejo cultural situado en la calle Línea, esquina a B, en el Vedado.
Su mayor lauro fue, incuestionablemente, el cariño y el reconocimiento de su pueblo, al cual hizo estremecer, entre otros, con su memorable actuación en el personaje de “Doña Bárbara”, en la telenovela basada en el libro homónimo del autor venezolano Rómulo Gallegos, popularísimo espacio trasmitido por la televisión cubana en la década de los años 70 del pasado siglo.
Fuente: Cubarte