Lecturas de juventud: un hito imprescindible en el desarrollo cultural de Cuba
Por: Santiago Jérez Mustelier
Lecturas de Juventud es uno de los tesoros que posee la Casa Editora Abril. Editado en 2017 por nuestro sello, presenta al público una treintena de crónicas periodísticas y artículos escritos por Alejo Carpentier; textos que evidencian, con madurez y hondura, cómo debe hacerse el ejercicio de la crítica cultural, desde la responsabilidad, la ética, la belleza y la amplitud de conocimiento.
¿Quién era Alejo Carpentier cuando de él brotaron aquellas letras?, ¿en qué momento de su vida se encontraba? Se trata de un Carpentier muy joven, casi en las estaciones finales de la adolescencia. Convulsiones familiares lo llevaron a poner a un lado los estudios de Arquitectura y adentrarse en el mundo del periodismo. Así es como llega al diario La Discusión, rotativo necesitado de dar un giro editorial. Allí a Carpentier, un siglo atrás, se le abre la posibilidad que muchos escribidores sueñan, o soñamos: capitanear una columna que tenga basamento y espíritu en nuestras narraciones, tonos y lenguajes. En la sección Obras famosas firmó por primera vez con el nombre de Alejo F. Carpentier y dejó para la posteridad una serie de artículos que resaltan una faceta quizás muy poco abordada sobre él: el Carpentier periodista.
En los artículos prevalece sobre todo la crítica literaria, mas son notables y abundantes los pasajes interiores hacia otras obras y figuras emblemáticas del arte universal, lo que hace este de este material una enciclopedia nutricia sobre algunas de las mejores creaciones y creadores mundiales, así como nos permite redescubrir los referentes, las preferencias, los afectos y consumos culturales de Carpentier, Premio Miguel de Cervantes y uno de los novelistas más estudiados del entorno hispanohablante.
Lo primero que intuye el lector cuando se acerca a los textos que de una manera exquisitamente cronológica se nos presentan, son la profundidad intelectual, la destreza narrativa, la agudeza al situar en el contexto cada obra y sus personajes, la habilidad probada en descascarar grandes clásicos e ir a sus esencias, la rica variedad de estilos que cultivó y su gigantesca y vasta cultura. No se deshace en elogios, no opina a la ligera, asienta aseveraciones que estremecen si uno comprende que las escribió un joven de tan solo 17 años. No teme decir lo que le parece simple, vano, lo que considera que se ha exaltado sin mérito creativo alguno, critica con conciencia porque cree «que nada hay más errado que admirar ciegamente».
Establece una conexión intrínseca producto creativo-creador, explota la relación autor-obra con una singularidad formidable, lo que él llama observar las obras con personalidad, sin afirmaciones pseudointelectuales, con el ánimo también de contradecir las ideas preconcebidas. Solo quien lee mucho y sagazmente, podría generar nexos tan acertados y virtuosos, podría filosofar sin asustarse de su propio pensamiento.
Pompeyo Gener, Oscar Wilde, Edgard Allan Poe, Marco Polo, Aristófanes, H G. Wells, y otros exponentes diversos de la literatura, centran sus reflexiones y son punto de partida para acercarse con maestría a otros rumbos artísticos.
Sobre la edición que hoy felizmente podrán tener en sus manos, hay que resaltar el arduo y certero trabajo del compilador Rafael Rodríguez Beltrán, escritor cubano, Licenciado en Lengua y Literatura Francesa, y Doctor en Ciencias Pedagógicas, uno de los puntales de la Fundación Alejo Carpentier, junto a la querida intelectual Graziella Pogolotti, y otros grandes nombres como Luisa Campuzano y Araceli García Carranza.
Son mérito de Rafael las notas explicativas y pertinentes que acompañan cada texto, las que nos incitan a seguir leyendo, oteando, investigando, además de ofrecernos de manera exprés importantes dosis de cultura y conocimiento sobre el ámbito literario, fundamentalmente.
También es mérito de esta hermosa tirada la multiplicidad de índices. Al índice general se suman el onomástico, con una pléyade de nombres que se mencionan o a los que se hacen referencias directas e indirectas dentro de los artículos; y un índice con más de ochenta obras mencionadas por Carpentier, lo que permite al lector ampliar su espectro y es una provocación innegable para seguir la búsqueda insaciable del saber.
Lecturas de Juventud debía ser un libro de cabecera para periodistas y comunicadores, especialmente para los que asumen el periodismo cultural. Aunque tironeado por prácticas de almanaque y continuas conmemoraciones, este periodismo especializado es un vehículo eficaz para mirar al país, narrar la realidad, su gente, y decir cosas inteligentes, necesarias y urgentes. También es el espacio idóneo para ejercer la crítica sin ambages, entendiendo la realidad actual en su dimensión compleja: a la batalla contra la hegemónica industria cultural que subvierte valores, arrasa identidades y cambia a los pueblos se le hace un gran favor si formamos sujetos o consumidores acríticos ante determinados productos vomitivos o excesivamente comerciales.
Hoy más que nunca el periodismo cubano está necesitado de críticos como Carpentier, que saquen del letargo esa especialidad, que con honorables exponentes en algunas manifestaciones como la música y el cine, va perdiendo terreno cada día más, al punto de convertirse en un espécimen raro y en peligro de extinción.
También este libro es crucial para quienes dirigen las instituciones culturales, sobre todo en niveles más cercanos a los creadores y a las comunidades.
Marta Rojas, referente innegable del periodismo cubano, calificó a Lecturas de Juventud como un «reconocimiento cultural importante a la premisa tan conocida de Fidel sobre la formación cultural y política de nuestro pueblo: “No te vamos a decir cree, te vamos a decir lee”». Y afirmó Rojas, además, que este texto representa un hito imprescindible en el desarrollo cultural de Cuba.
Así lo dijo Marta Rojas. Así pienso yo también.
Muchas gracias
Tomado de Editora Abril