La Habana todavía espera a Gardel

La Habana todavía espera a Gardel

Por: Ciro Bianchi.

Carlos Gardel —Carlitos, El Zorzal Criollo, El Morocho del Abasto…— estuvo a punto de venir a La Habana en aquel para él fatídico año de 1935 a fin de presentarse ante el público cubano. Eduardo Robreño aseguraba haber visto el contrato para sus actuaciones en el Teatro Nacional, de Prado y San Rafael, suscrito entre el compositor Alfredo Le Pera, que era además el representante del artista, y Heliodoro García, empresario de dicho coliseo y también del Teatro Encanto, de Neptuno entre Industria y Consulado. Por la capital cubana comenzaría en el mes de marzo una gira del artista por el continente.

La situación política imperante entonces en la Isla —recuérdese la represión que siguió a la huelga de marzo— obligó a un cambio de planes. La capital cubana quedó entonces como la última escala de la gira, y el cambio resultó fatal para Gardel. Pese a todo, La Habana todavía espera por Gardel, según se asegura en el festival Tanguearte (El tango a través de las artes) que cada año acomete, con más entusiasmo que recursos, un puñado de devotos.

Tomo y obligo

Para cada 24 de junio, aniversario de la muerte de Carlos Gardel, los cines cubanos que exhibían películas en español, reservaban una programación especial para recordar al célebre cantante argentino fallecido en el pináculo de la fama en un accidente de aviación ocurrido en la pista del aeropuerto colombiano de Medellín. Frente a algunas salas cinematográficas se situaban telas que anunciaban de acera a acera las películas que se proyectarían en la fecha, protagonizadas casi siempre por el astro desaparecido o estrellas afines y se multiplicaban los avisos que sus empresarios hacían repartir casa a casa a lo largo y ancho de la barriada a fin atraer a la mayor cantidad posible de espectadores.

Cuando en La Habana se supo del accidente, en el pequeño y acogedor teatro Encanto, su empresario recurrió a un ardid que abrió la válvula del llanto y le aseguró un lleno completo durante no pocas jornadas. Repartió retratos del ídolo entre los asistentes y consiguió que la casa distribuidora, junto con la película completa, le entregase una copia extra de la parte de la cinta donde el cantante interpreta Tomo y obligo, lo que le permitía repetirlo las veces que el público pidiera, con “llantina y éxito formidable”, rememoraba un asistente a una de aquellas jornadas: Tomo y obligo; mándese un trago / que hoy necesito el recuerdo matar, / sin un amigo, lejos del pago / quiero en su pecho mi pena volcar…

Fue la última canción que interpretó Gardel. La cantó el 23 de junio por los micrófonos de La Voz de la RCA Víctor, de Bogotá, para finalizar la trasmisión radiotelefónica. Con ella se despedía de sus admiradores colombianos sin saber que se despedía también de la vida.

Todavía en los años 60-70 del siglo pasado el tango estaba incluido de cajón y con espacios habituales en la programación de la radio cubana. Todos los días, en las tardes y en las noches, se escuchaba en diferentes emisoras la voz de Gardel y eran espacios de los de mayor popularidad en la radio nacional. Sus películas, reiteradas en la programación televisiva, se disfrutaban con placer, y Hugo del Carril y Libertad Lamarque —aquella interpretación suya de Madreselva— siguen contándose entre los preferidos, pese al tiempo y la distancia.

Libertad Lamarque paraliza el tráfico

Con ella sucedió algo impactante que cuenta Pedro Urbezo en su El teatro América y su entorno mágico (2011). Debutó en dicho coliseo la actriz y cantante argentina el 7 de enero de 1946. Todo un acontecimiento que se mantuvo dos semanas a teatro lleno, rompiendo récord de venta de entradas. Tanta fue la afluencia de público que llenó la instalación más los que se quedaron afuera invadiendo los portales del teatro y la calle, que se paralizó el tráfico en la vía, haciéndose necesaria la intervención de los agentes del orden, escribe Urbezo.

Añade: Un hecho insólito. Al terminar la función nocturna del domingo 20, Libertad Lamarque fue sacada en hombros del teatro y llevada hasta el cercano hotel Lincoln, donde se hospedada.

El titánico esfuerzo que hizo la Novia de América en aquella última función por complacer a los espectadores que le pedían a gritos ¡otra! ¡otra!, la obligó a tomar una semana de reposo, por prescripción facultativa. Reapareció en 28 para beneplácito de sus admiradores que volvieron a hacer pequeña la colosal sala teatro de 1775 butacas. Muchos se quedaron en la calle cuando en la taquilla fue necesario situar el letrero: No hay localidades.

Se recuerda asimismo la visita a La Habana de Mercedes Simone, La Dama del Tango, recibida aquí por un pueblo que coreó uno de sus temas más populares: Cantando la encontré, / cantando la perdí, / como no sé llorar / cantando he de morir.

Gardel enamorado y sentimental

Contaba Eduardo Robreño que en una ocasión en la que el actor cubano Guillermo Moreno quedó varado en Nueva York acudió en busca de ayuda a su amigo argentino Vicente Padula, que lo llevó a ver a Gardel. “Para Cuba y los cubanos siempre tengo algo”, comentó el astro y le procuró un papel en su próxima película. En El tango en Broadway, ciertamente, Moreno asumiría el papel del empresario.

Con no pocos cubanos trabó relación Gardel a lo largo de su carrera. Alicia Parlá, la cubana que enseñó a bailar la rumba a dos reyes británicos, intervino en uno de los filmes del argentino. Cuando conoció personalmente a Ciro, Cueto y Miguel, ya admiraba las interpretaciones del cubanísimo Trío Matamoros y se convirtieron en Nueva York en sus acompañantes preferidos. Ellos, como invitados del Morocho, que los obsequió con un palco, asistieron al estreno de la película Cuesta abajo que rompió todos los récords de taquilla. La actriz Alicia Rico que actuó a su lado lo recordó hasta el final con mucho cariño y conservó la foto que le dedicara el cantante. En el cabaret Florida, de Paris, coincidió con la orquesta cubana de Don Azpiazo, y sus integrantes tuvieron la oportunidad de tratarlo a diario. Uno de ellos, el guitarrista conocido por el sobrenombre de Chepín, recordaba la sencillez y simpatía del argentino. También lo evocaba con cariño Julio Cuevas, integrante de la misma orquesta.

Parece que el cubano con quien más intimó fue Eligio Sardiñas, el célebre Kid Chocolate.

En La Habana lo esperó el estelar pugilista. Hicieron buenas migas en París. Allí, de la mano de Gardel, visitó los más renombrados prostíbulos. Gesto que el Kid tuvo oportunidad de reciprocar en los días de la estancia del argentino en Nueva York, en 1934. Fueron, las de Harlem, noches interminables de mujeres y licor.

Nada de lo experimentado en esas ciudades dejó enteramente satisfecho al cubano, que ansiaba llevar a Gardel al famoso prostíbulo de Marina Cuenya, en la calle Colón número 258, en el muy habanero barrio del mismo nombre.

Muchos años después Chocolate recordaba a Gardel como un hombre sencillo, enamorado y sentimental a más no poder. Empedernido correntón y generoso. Noctámbulo incorregible. Juerguista y compartidor.

Hoy, a 88 años de su muerte, lo esperamos en La Habana con la certeza de que Carlos Gardel cada día canta mejor.

NOTA EDITORIAL

Esta crónica de Ciro Bianchi apareció publicada en Cubadebate, el 25 de febrero de 2023.

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