Historia y curiosidades de iglesias habaneras

Historia y curiosidades de iglesias habaneras

Por: Ciro Bianchi.

Iglesias habaneras

La iglesia Jesús de Miramar, en la Quinta Avenida habanera, es, con relación al área que ocupa, el mayor templo de Cuba, pero la Catedral de Santiago la supera en cuanto a capacidad para los fieles.

Sin embargo, la más alta construcción religiosa cubana es la parroquia del Sagrado Corazón, la comúnmente llamada iglesia de Reina.

La Iglesia de Reina, la más alta de Cuba

Solo su torre tiene una altura de 50 metros y es de 74 metros el alto total del templo. Se trata, aseguran especialistas, de una edificación «importante en la silueta de La Habana».

Los arquitectos desconfiaban, con motivo de los ciclones, de la seguridad y permanencia de una torre de tal altura. Pero un jesuita vasco, experto en construcciones, el hermano Luis Gogorza, se ofreció para diseñarla, en tanto que la obra en sí estuvo a cargo del arquitecto Luis Dediot.

Es de un estilo gótico auténtico, con arco apuntado, altas bóvedas ojivales, paredes reducidas, ventanales amplios y luminosos vitrales. En suma, una de las iglesias más bellas de Cuba y de toda América.

Su fachada y su torre pasman a legos y entendidos. En cuanto a la ubicación, el inconveniente mayor que se le señala es que le falta perspectiva para poder ser apreciada desde lejos, pero fue totalmente imposible la adquisición de los terrenos próximos que, libres de edificaciones, le hubieran dado vista y luz al templo.

Con todo, existen especialistas que tienen puntos de vista encontrados acerca de la edificación de esta iglesia, y el doctor Juan de las Cuevas se encarga de recordarlo en su libro 500 años de construcciones en Cuba.

¿Cómo se construyó? Escribía al respecto la revista Arquitectura:

Construir un templo de este estilo en los actuales momentos en que se conocen el concreto, los ladrillos, las cabillas de hierro, parecía tarea fácil comparada con la Edad Media, que conociendo solo la piedra pudo lograr ese admirable equilibrio de fuerzas. Sin embargo, a nuestros oídos ha llegado que no se usó en la construcción una sola cabilla de hierro; se hizo parte en piedra y parte en concreto, eso sí, arquitectos de mucho nombre entre nosotros dudaron de la resistencia de sus arcos y el Hermano Gogorza para demostrarlo paseó por ellos su enorme humanidad.

Otras opiniones en cambio aseguran que, como casi todas las iglesias contemporáneas de La Habana, la iglesia de los jesuitas había utilizado los materiales nuevos: el acero, el hormigón, el cemento, además de la piedra, y que el techo de las naves laterales es monolítico, fusión de concreto y acero apoyada por los muros y las columnas de hormigón.

El pórtico de la parroquia es impresionante. Lo preside una gran imagen del Corazón de Jesús, tallada en madera, que tiene a cada uno de sus lados las imágenes, también de bulto, de los santos jesuitas San Ignacio de Loyola y Francisco Javier.

Famosos son los 169 vitrales del templo. De estos, 33 grandes y 136 pequeños. Todos confeccionados de manera exclusiva para la iglesia habanera por la Casa Mauméjean, de Madrid-París-San Sebastián.

El altar es una verdadera filigrana artística. Compuesto de alabastro, madera y bronce, traído en piezas y montado en su lugar bajo la dirección de su autor, el sacerdote asturiano Félix Granda, buen artesano y artista plástico aficionado.

La Iglesia del Carmen. Una escultura de 14 toneladas

Importante también en la silueta de La Habana, aunque de menor relieve, es la imagen de bulto de la virgen del Carmen, colocada en lo alto de la torre de la iglesia que lleva su nombre, en la calzada de Infanta, esquina a Neptuno. Una imagen en bronce esculpida en Italia, obra del artista napolitano Guido de Michel, que es una de las estatuas más grandes de La Habana; pesa 14 toneladas.

En 1923 los padres carmelitas descalzos obtuvieron el disfrute de la parroquia del Carmen y edificaron ese lujoso templo. Una iglesia muy amplia y ornamentada, de un estilo exageradamente barroco, tal como nunca se conoció en nuestro siglo XVIII y que muestra claras influencias del barroco mexicano.
Esa comunidad religiosa venía de la iglesia-convento de la calle Aguiar esquina a Obrapía.

En este edificio, construido en 1693, radicó la iglesia y convento de la congregación de San Felipe de Neri, hasta que en 1784 lo ocuparon los padres capuchinos.

En 1841, el Estado español expropió todas las iglesias con convento y la misma suerte corrió, por supuesto, San Felipe. En 1844 funcionó allí la Sociedad Económica de Amigos del País. En 1887 es entregado a los frailes carmelitas descalzos, quienes hermosearon el templo y permanecieron en el inmueble hasta su traslado a la parroquia de Infanta.

El viejo templo de San Felipe de Neri se convirtió entonces en la sede principal del Banco del Comercio, para lo cual se le hicieron en su interior modificaciones indispensables.

Ya en la Revolución siguió siendo agencia bancaria hasta que se instaló allí la Empresa Cubana de Acuñaciones. Con el tiempo se transformaría en una sala de concierto, el Oratorio de San Felipe de Neri.

Iglesias de la Habana que desaparecieron

No es el templo de San Felipe de Neri la única iglesia que sufrió un cambio radical en sus objetivos. La de las Ursulinas, en la calle Egido, pasó a ser el cine Universal, y el viejo convento de las monjas de esa congregación, contiguo a la iglesia, lejos de ser demolido cuando las religiosas se trasladaron a una nueva y hermosa edificación en las Alturas de Miramar, pasó a albergar viviendas y establecimientos comerciales.

Nada quedó del convento de Santa Catalina de Sena, ni de su iglesia, en la calle Compostela entre O’Reilly y Aguacate, cuando en 1918 las monjas dominicas se trasladaron a un edificio mayor en la calle 25 entre Paseo y A, en el Vedado.

Asegura Emilio Roig que nada se perdió con la demolición del viejo convento que en 1688 erigiera el obispo Diego Evelino de Compostela a iniciativa de las tres jóvenes habaneras de apellido Aréchaga; carecía la vetusta edificación de cualquier valor artístico.

En el espacio que ocupó se construyó el edificio de La Metropolitana, para oficinas y sede de compañías de seguro, entre estas la de ese nombre, y la sucursal, muy suntuosa, del Nacional City Bank de Nueva York, hoy una agencia del Banco Metropolitano.

El convento de Santa Teresa, con iglesia anexa en Compostela, esquina a Teniente Rey, quedó convertido en almacén cuando las monjas que lo ocupaban pasaron, en 1929, al edificio de la calle 13 entre 20 y 22, también en el Vedado; aunque la iglesia, con el tiempo, volvió a abrirse al culto bajo la advocación de María Auxiliadora.

El Beaterio de Teresas existía desde 1647. El convento primitivo se construyó en 1700, gracias asimismo al impulso del obispo Compostela. Las monjas, al mudarse para el Vedado, se llevaron los restos de ese prelado, ejemplo de virtudes y laboriosidad.

Solo en la calle que terminaría llevando su nombre, construyó Compostela cinco templos: los ya aludidos de Santa Catalina y Santa Teresa, ambos con convento; el de Belén, con su asilo de convalecientes; el de San Isidro, con el hospital de su nombre, y el del Santo Ángel Custodio.

La iglesia del Ángel

En la iglesia del Ángel fueron bautizados Félix Varela y José Martí.

Cirilo Villaverde sitúa en esta iglesia un pasaje importante de su novela Cecilia Valdés o La loma del Ángel. Precisamente en la loma del Ángel vive Cecilia, la protagonista de su historia.

La loma y los alrededores de la iglesia del Ángel era el escenario de las fiestas de San Rafael, famosas por sus voladores y juegos de azar, oferta de comidas ligeras y bailes; orquestas que derramaban torrentes de armonías incitadoras con danzas como «El forro del catre», y «Si el mar fuera de tinta», cuyos melodiosos acordes llevaba en oleadas el aire a largas distancias. Se extendían aquellas fiestas por espacio de ocho días.

Dice José Victoriano Betancourt en su crónica «Las tortillas de San Rafael»:

La torre, engalanada con centenares de banderas, alzábase arrojando al aire el bullicioso repiqueteo de sus alegres campanas; la iglesia rebosaba de luz, de sagradas armonías; llenábase el templo de zalameras pecadoras, nunca dejaba de haber, gracias al inmenso gentío, accidentes y desmayos, y no pocos desmanes ocasionados por estudiantillos traviesos, cuya poca edad no les permitía parar mientes en lo santo del lugar.

Prosigue José Victoriano:

Veíanse en las esquinas próximas al Ángel las bolleras, con su fogoncillo, y su freidera y su tablerito, lleno de butifarras y salchichas, bollos y tortillas, y por todas partes vendedores pregonando tortillitas calientitas… Era tal el consumo de tortillas que las tortilleras de fama se pasaban la noche preparando, y no daban abasto a los pedidos, siendo necesario que se acudiese desde el amanecer a proveerse de ellas, y era tal el número de compradores que afluía, que formaban cola, y a veces se necesitaban de dos horas para lograr el turno. ¡Verdad es que la confeccionaban de tan exquisito sabor que merecía la pena de la espera en cambio del gustazo que proporcionaban.

La Parroquial Mayor, la iglesia más antigua de la Habana

Se dice que la primera iglesia que existió en La Habana era un bohío que algunos sitúan en el espacio que ocupó luego el Palacio del Segundo Cabo.

En 1550, destruido ese bohío, se inició la construcción de una iglesia de cal y canto. En julio de 1555 el corsario francés Jacques de Sores se apoderó de La Habana. Prendió fuego a la primitiva villa y el incendio destruyó la iglesia: solo quedaron en pie las paredes.

De Sores ultrajó las imágenes de los santos y las vestiduras sacerdotales. Robó cuanto en ella había y llegó hasta a desnudar una imagen de bulto de la virgen María.

Hacia 1560 La Habana estaba aún sin iglesia, que quedaría terminada en 1574. Se hallaba esta iglesia en el lugar que posteriormente ocupó el Palacio de los Capitanes Generales. Existían dentro del templo sepulturas que se vendían. Sus propietarios tenían derecho a sentarse sobre ellas durante los oficios religiosos.

El obispo Castillo, sin embargo, se opuso a que las mujeres usasen como asientos los sepulcros, aun siendo sus propietarias, porque debían reservarse para «personas ilustres que han tenido oficios preeminentes».

Estaba dedicada la iglesia a San Cristóbal, patrón de la ciudad, y desde que se establecieron las parroquias del Espíritu Santo, Cristo del Buen Viaje y Santo Ángel, tomó el nombre de Parroquial Mayor.

El 30 de junio de 1741 un rayo cayó sobre el navío Invencible, anclado en el puerto de La Habana. La explosión hizo que se resquebrajaran muchos edificios de la ciudad, y la Parroquial Mayor quedó en estado de ruina.

En 1772 una Real Cédula aprobó la instalación de la Parroquial en la iglesia del colegio de la Compañía de Jesús y la demolición de las ruinas para construir allí la Casa de Gobierno.

Provisionalmente se estableció el culto en el oratorio de San Felipe de Neri, convertido transitoriamente en Parroquial hasta que, el 9 de diciembre de 1777, se realizó el traslado de la Parroquial Mayor desde el oratorio hasta la mencionada iglesia de los jesuitas, transformada más tarde en Santa Iglesia Catedral, en el mismo sitio que ocupa en la plaza que lleva su nombre.

NOTA EDITORIAL

El artículo original de Ciro Bianchi «Iglesias habaneras», fue publicado el 14 de Abril del 2012 en el periódico Juventud Rebelde.

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