Fortuna del ballet y la enseñanza artística
Si no fuera por nuestra maestra no hubiéramos llegado a donde estamos hoy, confesó la bailarina cubana Carolina Rodríguez, quien hace unos días ganó el premio especial del jurado en el Concurso Internacional de Ballet de Sudáfrica.
El reconocimiento, así como la medalla de oro en las modalidades de ballet clásico y contemporáneo que obtuvo junto a su compañero Pedro Pablo Domínguez, demuestran los frutos del sistema de enseñanza artística en Cuba y, en especial, de la Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso.
«Recibimos una fuerte preparación para llegar al nivel de calidad de trabajo que se necesitaba. Terminábamos las clases y teníamos horas de ensayos extras, sin parar, poniendo mucho esfuerzo y dedicación», expresó Rodríguez a Prensa Latina.
Ciudad del Cabo acogió por primera vez a los noveles intérpretes, ambos estudiantes de tercer año del nivel medio en la institución docente que hoy celebra sus triunfos y se muestra orgullosa ante semejantes resultados.
«Tuvieron un desempeño técnico-artístico maravilloso, pero también mostraron un excelente comportamiento, educación, una cordial relación con el resto de los concursantes y estrecha colaboración para el espectáculo final”, aseguró la subdirectora artístico-pedagógica de la entidad, Martha Iris Fernández.
El reto fue grande para ambos artistas. Primero la alegría de la invitación que llegó por intermedio de Dirk Badenhorst, director del Concurso y del Ballet “Mzansi”, quien fue jurado de una competencia Internacional de Academias para la Enseñanza del Ballet, celebrado en la Isla.
Después, Carolina y Pedro debieron entregarse por completo a largas horas de ensayo y, una vez en suelo sudafricano, lidiar con la diferencia de horarios, el poco tiempo para descansar, la adaptación de un teatro nuevo y la presencia de otros idiomas.
Según relató Rodríguez, las bajas temperaturas también les sorprendió a su llegada y les hizo buscar alternativas pues no estaban acostumbrados a semejante frío, mucho menos para ensayar o bailar ante un auditorio.
Las clases de ballet en nuestro clima cálido nos permite calentar mejor músculos y ligamentos, pero ante tal situación lo que hicimos fue hacer más ejercicios de calentamiento cubriendo la tibia para un mejor desempeño, agregó.
Los muchachos crecieron ante las adversidades, se desplazaron con versatilidad y brillaron frente a colegas procedentes de Australia, Malasia, China, Rusia y Estados Unidos, en un tabloncillo que incluso les resultó resbaladizo.
Fue una gran oportunidad para nosotros, pues nos permitió conocer a personalidades mundiales del ballet y de representar a nuestro país en un concurso de dimensión mundial. Estoy más que feliz y espero haber dejado bien alto el ballet de Cuba, detalló Domínguez.
El Grand Pas de Deux Classique con coreografía de Víctor Gsovski y música de Auber; así como La bayadera, ideada por Marius Petipa con las melodías de Minkus, fueron las obras que encantaron al público y los evaluadores en la especialidad de ballet clásico.
Mientras, en la categoría de ballet contemporáneo, los danzantes cubanos interpretaron la pieza Espíritus, coreografiada por la coterránea Wendy Ferrer y acompañada por la música del mítico grupo Síntesis, que rinde homenaje a los ritmos y cantos afrocubanos. Carolina y Pedro continúan ahora con sus clases habituales en el centro formativo que lleva el nombre del Padre del ballet cubano, quien seguramente observa orgulloso cómo se consolida la metodología en las nuevas generaciones de bailarines en la nación caribeña.
Para él, la escuela, los compañeros de aula, los maestros y quienes laboran por preservar la calidad de la enseñanza artística cubana van los premios de estos jóvenes que sólo piensan en bailar y continuar representando a Cuba en los escenarios del mundo.
Fuente: Prensa Latina