El Callejón de Hamel y sus grafitis

El Callejón de Hamel y sus grafitis

Por: María Eugenia Azcuy Rodríguez*

Vengo de una realidad oculta. A una realidad abierta, para que me conozcas.

Salvador González

 

Adentrarse en el Callejón de Hamel, ya no solo para recorrerlo, sino para estudiarlo y entenderlo, es un reto desde la cultura actual, un viaje en el tiempo para reencontrarnos cara a cara con nuestros orígenes, con un ingrediente del “ajiaco” de nuestra identidad, controvertido, marginado, pero con profunda influencia en la vida sociocultural de nuestro tiempo. Es, ante todo, un deber para con el rescate de nuestro patrimonio, y es, para muchos, una búsqueda personal hacia lo más profundo de sus raíces.

El 21 de abril de 1990, nace, para orgullo de Centro Habana, el Proyecto Sociocultural Callejón de Hamel. Justo el año en que se dificultan las relaciones de Cuba con los países europeos, especialmente luego de la desaparición de la URSS, y que el país comienza a transitar por la etapa conocida como “período especial”. Tiene su origen en el interesante Fernando Belleau Hamel, un norteamericano de origen franco-alemán que emigra a Cuba y compra estos terrenos, en el cual instaura por primera vez en la historia cubana un negocio de materia prima y fundición, donde trabajaban fundamentalmente negros y chinos, y cuentan que construyó casas a sus trabajadores. De esta forma le imprimió la impronta de su apellido a esta callejuela. En 1913 el callejón casi estuvo en peligro de desaparecer porque era prolongación de la calle Ánima y el gobierno quería continuarla, pero no tuvieron dinero para comprarle estos terrenos a los Hamel. De manera que, por fortuna, quedó en la urbanística habanera como la impronta de los alemanes en La Habana.

El primer logro del Callejón fue surgir en un momento de crisis, brindando, desde la cultura, una opción artística, y por ende recreativa, a los habitantes del municipio. Su trabajo se inicia con la plasmación del primer mural con temáticas afrocubanas realizado en las vías públicas de Cuba. Este hecho no es fortuito, sino que expresa la política cultural de Cayo Hueso, como territorio, y atendiendo a las particularidades del barrio, pues, esta zona fue, y es, tradicional asentamiento de los descendientes de africanos. El impacto cultural de su quehacer se aprecia en todas las manifestaciones artísticas nacionales. El Callejón ha impulsado, entre todos los actores insertos en la comunidad, una política de colaboración, que excluye la competencia al momento de intervenir en el espacio que comparten, y propicia la articulación de actividades. Cada mural está inspirado en la santería, en las reglas de palo monte, en el culto arará, en la sociedad secreta abakuá, en el espiritismo cruzado y en las leyendas y proverbios de las religiones africanas.

En ellos, Salvador González Escalona (Camagüey, Cuba, 1948—La Habana, 2021), pintor, escultor y muralista, fundador de un proyecto que parecía irrealizable en sus inicios y que hoy viste de arte a esa comunidad de Centro Habana, realizó su propia representación surrealista y abstracta de la esencia mítico-mágica de la cultura afrocubana a través de las carencias, los sueños, los deseos, las ambiciones del día a día de los pobladores que habitan esta calle.

La entrada representa un templo cultural, hecho de piedra, porque la piedra representa el elemento imperecedero de Dios, y es el habitáculo de la energía de los orishas, dioses africanos.

Es importante investigar lo que el pueblo piensa sobre su pasado, tanto cuando sus relatos o escritos son mitológicos, como cuando son históricos total o parcialmente, ya que en los pueblos que poseen una organización centralizada, existe por lo general, un cronista o historiador, cuya misión es la de recitar las historias tradicionales en determinadas ocasiones; estos relatos, a veces se remontan a varios centenares de años.

Salvador ha sido reconocido dentro y fuera de Cuba. Países como Venezuela, Dinamarca, Noruega, EE. UU, México, España, y Puerto Rico, poseen murales de este artista; así como exposiciones personales y colectivas. Esta labor le proporcionó varios premios nacionales e internacionales, así como el respeto de todos. El autor, incursionó con diversos materiales sin abandonar propuestas útiles y excelente dominio del espacio, donde mantuvo el compromiso con sus infinitos valores espirituales.

Desde la perspectiva antropológica, la cultura comunitaria tiene un sentido amplísimo, engloba todo lo que el hombre añade a la naturaleza: modos de vida, modelos de pensamiento y acción, técnicas, objetos materiales, arte, en general, la totalidad de formas de ser, de pensar, de actuar, de vivir, de producir y de consumir. Los relatos sagrados o mitos juegan un papel muy importante en la vida social y mágico-religiosa de un pueblo; se manifiesta, especialmente, cuando se desea justificar ritos, ceremonias o reglas morales con argumentos de antigüedad, realidad y santidad. Los mitos están vivos en el sentido de que siguen gobernando la vida social de los individuos; la importancia de recoger esta literatura, ya sea oral o de grafitis, se reconoce cada vez más en los últimos tiempos.

Desde el inicio de la historia, el hombre ha sentido la necesidad de manifestar sus inquietudes artísticas en las paredes de los lugares que habitaba. Prueba de este hecho lo demuestran las escenas que se encuentran en varias cuevas en diversos lugares del mundo. Un vivo ejemplo son las pinturas rupestres del hombre prehistórico; sin embargo, la historia del llamado grafiti es aún considerada como una asignatura pendiente. Existen indicios de un arte parecido hecho en carbón en las paredes y monumentos públicos de Pompeya. En Roma se encuentran las letrinalias, que son inscripciones hechas en las letrinas antiguas. Los musulmanes escribían en las paredes partes del Corán como decoración. Los monjes italianos dejaban mensajes a sus colegas escritos en las paredes de modo que nadie más los entendiera, esto fue generando un nuevo estilo para la escritura de la época; no obstante, el fenómeno del grafiti moderno, como ente comunicativo social, se da a partir de los acontecimientos históricos de los 60. En Estados Unidos y América Latina, se empieza a desarrollar este tipo de arte en la década de los 70 y 80. Fue un proceso por medio del cual se pasó de varios estilos hasta llegar al más conocido hoy: el «spray». Poco a poco, los escritores de grafiti se fueron convirtiendo en artistas; usaban más colores, letras más grandes, incorporaron imágenes de la cultura Pop, como personajes de dibujos animados e incluso crearon sus propias imágenes; de este modo fue invadiendo a cada una de las ciudades del mundo. En la década de los 90 el grafiti vuelve a resurgir con gran fuerza; se puede ver en televisión, en el fondo de los anuncios, vídeos musicales y películas. Se extiende por nuestra ropa e incluso nuestros cuerpos, mediante tatuajes; toda esta extensión se hace hasta el punto donde la letra de estilo grafiti se ve en numerosas impresiones y etiquetas de productos. El término grafiti procede de la expresión italiana grafito, que significa: dibujo esgrafiado, o sea, dibujo grabado. El término ha sido empleado para describir muchos tipos de escritura mural y con el paso del tiempo a toda aquella producción gráfico-comunicativa hecha sobre cualquier superficie de los objetos públicos de las ciudades. Este tipo de dibujo o grabado describe diversos tipos de escritura y arte mural. El grafiti en sí mismo es un género de comunicación y por lo tanto posee reglas de elaboración y combinación de elementos, que podría llamarse sintaxis de los grafitis. También poseen cierta pragmática, ya que están sentados bajo un medio de referencia que es el contexto inmediato en el cual se sitúan. El grafiti al ser un género de comunicación y poder definirse sintaxis y una pragmática en sí mismo, se puede considerar como un lenguaje; sin embargo, su evolución ha creado diversos lenguajes, que pueden ser verbal; es decir, compuestos por letras, dichos y que no llevan ningún otro elemento, mientras que el grafiti icónico está compuesto por signos, señales, símbolos, escudos y dibujos en general. En tanto el grafiti verbal-icónico representa elementos de los dos tipos de grafitis anteriores.

Durante la década de los ochenta fue extendiéndose con propiedades bien definidas, permite identificarlo como el momento contemporáneo del grafiti. De acuerdo a estudios formales realizados en distintas ciudades, como en Colombia, los investigadores han podido observar detenidamente su comportamiento gráfico expresivo y comunicativo, llegando incluso a considerar a éste como un acontecimiento social, político o artístico y plástico. Los referentes bibliográficos referidos a su caracterización, tienen un gran vacío; de hecho, las informaciones existentes, están directamente relacionadas con materiales visuales, como fotografías, carteles o similares, en medios de comunicación como periódicos o revistas. En algunos casos se citan estudios cortos publicados a manera de ensayo, donde el enfoque es más sociológico o psicológico. Tal fenómeno urbano y contemporáneo, no escapa a elementos asociados a la condición del mensaje, a su anonimato, a la circunstancia y la espontaneidad del hecho cultural, a la escenidad; es decir al lugar escogido y los materiales utilizados. El acto grafiti, se realiza en circunstancias efímeras, en condiciones precarias; es decir, con poca inversión, aunque resulte de gran impacto; también el mínimo tiempo de elaboración material del texto, por razones de seguridad de sus enunciantes o por la presuposición de poca importancia que se concede a la escritura, le otorgan una corta vida, por lo cual puede desaparecer en segundos, o ser modificado, o recibir una inmediata y contundente respuesta contraria a su inicial enunciado; de lo anterior se infiere que el grafiti corresponde a una escritura de lo prohibido, género poseído por condiciones de perversión que precisamente se cualifica, entre más logra decir lo indecible en el lugar y ante el sector ciudadano que mantiene tal mensaje como reservado o de prohibida circulación social, dependiendo de las circunstancias históricas y sociales dentro de las que se conciba su mensaje; de la misma manera, lo que comenzó siendo grafiti, mañana puede que no lo sea, o lo que es grafiti en una comunidad, puede que en otra aun dentro del mismo tiempo y en la misma ciudad, no le corresponda tal calificación. Cabe destacar el hecho importante de que no todo lo que se escribe en un muro urbano, es grafiti; este debe cumplir con algunas líneas básicas como las descritas anteriormente para ser considerado como tal; es decir, en los mensajes urbanos elaborados dentro de los límites del muro, se mueven distintas clases de anuncios, que van desde la construcción negativa del grafiti, hasta la construcción positiva de la publicidad, con sus respectivas influencias e interacciones. Lo antes expresado sirve como base para establecer ciertas relaciones de diferencia entre éste y otros géneros. Mientras el grafiti busca impactar racional o afectivamente, para generar dudas y sospechas respecto a lo establecido dentro de las fronteras de un territorio, la publicidad, por ejemplo, pretende especialmente con recursos emotivos, el consumo de un producto o imagen.

Como se indicó anteriormente, desde que el hombre existe, siempre ha tenido como una necesidad básica, la de comunicarse, la de transmitir a las futuras generaciones su cultura, su paso por la vida, es decir, su huella; es entonces que el grafiti se constituye como una práctica comunicativa importante para las necesidades del hombre. De esta definición, historia y de los elementos antes descritos, el grafiti es una incitación permanente al diálogo, al deseo de ser oído, a la búsqueda constante de un contacto con muchos receptores, aunque éstos sean igualmente anónimos, pero con la esperanza de romper ese anonimato y lograr entablar algún tipo de relación, más allá del texto que le sirvió de vehículo. Si se toman varias muestras de grafitis en sus distintas manifestaciones, esto dará criterio suficiente para establecer algunas diferencias entre uno y otro; por ejemplo: los grafitis artísticos, sexuales, religiosos, sociales o políticos. El discurso religioso tiene gran importancia a nivel de grafiti; se percibe una necesidad de diálogo permanente sobre estos textos con varios destinatarios que motivan, apelan y logran su objetivo. A partir de lo inter-textual, se redistribuyen los sentidos. En cuanto a grafitis artísticos, se mueven alrededor de la poesía en el Callejón de Hamel, poemas de Salvador González en las paredes y textos del libro La Noche, de la escritora cubana ya fallecida, Excilia Saldaña, que aparecen en las bañaderas recicladas.

Como se aprecia en estas definiciones, el hombre siempre ha tenido la necesidad de expresar sus más profundos pensamientos, desde los más banales, hasta los más espirituales y el grafiti ha sido la manera perfecta de expresarlo. Además, en muchos grafitis se presentan temas de interés nacional que representan el pensamiento de muchas personas, su vida cotidiana, lo que indica que son extensiones de la cultura que pueden ser utilizados para expresar ideas de un pueblo; por tanto, insistimos en la necesidad de salvaguardar su patrimonio cultural. Cualquier obra puede ser estudiada como material antropológico, dado que es resultado de una actividad creativa de un ser humano particular, en respuesta a problemas propios y colectivos en un tiempo y lugar determinados; en este sentido, presentar el patrimonio de un sector del barrio de Cayo Hueso, específicamente el Callejón de Hamel, que se ha encargado de generar grafitis en sus paredes y objetos, muchos de ellos reciclados, es deuda y compromiso con Salvador.

El referido Callejón brinda el arte creador al pueblo, revitalizando una calle olvidada por el tiempo y por la ciudad, con una Galería de Arte, donde el propio barrio forma parte indisoluble de una creación única en su género, en el país y en el mundo, siempre al alcance de niños, ancianos, obreros y profesionales. La entrada al Callejón es todo un ritual de simbolismo: “Hamel nos acompaña, nos guía y nos conduce”. Sin lugar a dudas, este escenario invita a los que sientan la necesidad de defender su identidad, a reflexionar sobre lo indispensable de encontrar los agentes que propicien el enriquecimiento espiritual y conduzcan los procesos de integración y mejoramiento, y que estos tengan en cuenta como premisa, toda la diversidad y riqueza cultural comunitaria. El objetivo común a todos los individuales es el bienestar comunitario, el progreso y mejoramiento de su calidad de vida; con tal pensamiento no podía faltar en este lugar tan cubano, un texto martiano: “Arte soy entre las artes y en los montes, monte soy”.

El proyecto del Callejón no sólo ha contribuido a mejorar las condiciones de vida del barrio, también al crecimiento en las personas y grupos en sus relaciones sociales, en la apropiación de nuevas capacidades, valores, actitudes, habilidades que han posibilitado la concientización y participación en los procesos de desarrollo, y de identificación de sus propias necesidades de cambio. En este sentido el trabajo sociocultural comunitario que se realiza en el Callejón, es un ejemplo de una comunidad convertida en protagonista de su historia colectiva. Con toda intención se demuestra que lo realizado en el Callejón, es una aproximación antropológica a la obra muralista –grafitis– y reflejo de la cultura popular, en estrecha relación con el patrimonio cultural de la comunidad. El Callejón de Hamel, espera, hace frente a las adversidades y mientras tanto, transforma, crece, representa, y maravilla.

NOTA EDITORIAL:

* María Eugenia Azcuy Rodríguez  es Máster en Ciencias de la Educación, profesora auxiliar e investigadora del Instituto Superior de Diseño de la Universidad de La Habana. Especialista del Programa de Desarrollo Cultural del Municipio Centro Habana.

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