El ballet es un acto sensible
Por: Yilian Carús.
Resulta difícil escribir, desde la propia experiencia, acerca de mi paso por el Centro Loyola Reina. Eso sí, es muy gratificante.
Quisiera comenzar acotando que el estudio de la danza, desde edades tempranas, desarrolla el pensar, el sentir y el hacer. Esta manifestación artística abre el mundo de la comunicación, la expresión más liberal, y los niños pueden manifestarse de una forma más espontánea, mediante el movimiento de sus emociones y sentimientos, para lograr un desarrollo en su personalidad y en su área más afectiva, ayudando así a la formación de un ser humano más seguro.
Recordemos que la enseñanza del ballet clásico requiere de una gran habilidad técnica. En los niños el aprendizaje de esta técnica se realiza de una forma más elemental, se centra más bien sobre los principios, no en los detalles del estilo. La finalidad de la técnica de danza consiste en conseguir equilibrio, coordinación y ritmo, entre otras.
Hemos podido apreciar cómo a muchos niños les gusta bailar, lo cual no es extraño ya que el baile es una respuesta intuitiva a la necesidad que tenemos los seres humanos de expresar nuestras emociones a través de los movimientos corporales. Entonces comprobamos lo que algunos padres no saben: lo importante de estimular el interés por la danza desde una edad temprana, pues ésta no solo mejora las habilidades de los más pequeños, sino que también puede aportarle beneficios a su desarrollo físico y psicológico.
A pesar de que son muchas las dimensiones que se pueden abordar desde la expresión corporal y su importancia con relación a la expresión no verbal, desde la cotidianidad del salón de clase, la danza toda forma parte de una estrategia que reúne movimiento y gesto, sin dejar atrás la imaginación y la fantasía en un solo acto creativo, individual y colectivo.
El Centro Loyola Reina, y sus proyectos culturales comunitarios, me han dado la posibilidad de insertarme en la formación integral de estos niños, partiendo de principios éticos y morales, mediante la acción conjunta de la familia. Esta institución ofrece todas las herramientas para el desarrollo de los niños como seres autónomos. En este centro prevalece el amor y el respeto; busca así la excelencia académica en todas sus dimensiones. He podido observar que es de especial interés para el Loyola Reina que los niños tengan un acercamiento con las diferentes manifestaciones artísticas, ya que éstas son una forma de sentir la vida y sensibilizarse ante el mundo y consiguen de cierta manera lograr comprender mejor su entorno.
En el Centro no se valora raza o posición social, todos van por una misma causa, como dijera Martí: «El mejoramiento humano y la utilidad de la virtud».
En el plano personal he sido muy afortunada con la decisión de que la enseñanza del ballet clásico forme parte del programa y que el mismo contribuya de manera efectiva en el desarrollo integral de los niños entre 5 y 11 años. Se logra de esta manera desarrollar la socialización, la autoestima y sobre todo la disciplina.
Esta última cualidad no ha sido fácil, porque es frecuente que las barras de trabajo adheridas a los espejos llamen la atención de los alumnos y quieran jugar colgándose de ellas, disociarse para mirarse, etc. Las niñas que llevan más tiempo ya han logrado comprender y ayudan corrigiendo.
También a estas edades es muy común la imitación de las alumnas hacia la maestra. Veamos este ejemplo salido de clase:
Maestra: Chicas alguna me podía decir cómo se realiza el demiplié para que Paula (alumna nueva), sepa cómo debe hacerlo, por favor.
Las niñas comienzan a mencionar las características del paso y a ejecutarlo. Algunas se acercaron a Paula para ayudarle a hacer el paso.
Caso de imitación
Alumna 1: Maestra, maestra, está haciendo todo lo que yo hago.
Alumna 2: Mentira no es verdad.
Alumna 1: Sí, es cierto, si yo me muevo así ella repite lo mismo que yo.
Así puede transcurrir una clase y a mí solo me queda… respirar muy profundo.
A través del tiempo los niños aprenden a expresar sus emociones, y al manifestarse a través de su cuerpo ganan confianza. Y es que la danza no es solo una ejecución física, también involucra sensaciones, sentimientos y motivaciones. Para ellos es mágico el hecho de participar en una puesta en escena, usar diversos vestuarios y ser aplaudidos.
Tuvimos una experiencia maravillosa con la preparación de una pequeña obra para navidad. En el montaje coreográfico los niños aprendieron, por medio del reconocimiento básico, los movimientos elementales. Utilicé palabras que ellos pueden materializar a diario y así llevarlas a la creación; de esta manera se sintieron libres a la hora de expresarse, haciéndolo de una manera más simple y sencilla, sin estructuras ni formas rígidas.
Por otro lado, creo que es interesante potenciar la música clásica en los niños, porque les transmite muchas emociones y ellos pueden comunicarse y expresarse mediante esta música.
He disfrutado cómo en las clases de ballet se refuerza el sentimiento de la alegría y la emoción, cuando se aprueba el paso ejecutado correctamente; así los niños se sienten más seguros en el momento de realizarlo posteriormente, en grupo o de forma individual.
También sobre la disciplina vale destacar que cumple un aspecto fundamental en la vida de los seres humanos, y es que ella propicia vivir en un ambiente más armónico con los demás. Con los niños he tenido extremo cuidado a la hora de implantar medidas disciplinarias, para no atentar contra sus emociones y que se pueda ver afectada su conducta a posteriori.
Puedo asegurar que esta oportunidad que me ha dado la vida ha servido mucho para madurar como docente y como investigadora, para darme cuenta de mis capacidades y de lo gratificante que es indagar en el mundo de los infantes. Sobre todo, para trasladar mi amor por la danza a la educación infantil.
Gracias a mis niñas y al proyecto por formar parte de mí.
Foto tomada de CubaSí