Cuba es mucho más que mi país: el sentir y el pintar de Saavedra
Por: J. Ángel Téllez Villalón.
Desde Quito estructura mundos pictóricos, pero Luis Alberto Ruiz Saavedra lleva a Cuba en el centro. Como que nació en un pueblito villaclareño y en el verano de 1957, siente, mucho más de lo que exhibe, una cubanía desbordante. Es Maestro componiendo sus lienzos, armonizando colores. Son como vitrales, en los cuales las líneas dictan el abrazo de la forma y el fondo, de lo urbano y lo rural, del latir de la selva con la geometría de la ciudad.
Al tanto del acontecer mundial, y especialmente del nuestroamericano, el artista y académico comparte habitualmente en las redes sociales esas capturas de la Poesía que son sus lienzos. Son como bálsamos, ante tanta desidia y destrucción capitalista. Su obra la pone al servicio de las causas más nobles.
En homenaje a nuestros profesionales de la salud, realizó una simbólica pintura, “Quién dijo todo está perdido. Cuba viene a ofrecer su corazón”. Esta imagen fue impresa en los certificados entregados a los miembros del Contingente Henry Reeve que asistieron al pueblo Italiano; por iniciativa de la Asociación Cultural para un Príncipe Enano, en ese hermano país, presidida por la cubanísima Olga Lidia Priel Herrera. Hoy se expone en el Hospital Pediátrico Panchito Gómez Toro, de la ciudad de Cienfuegos.
Saavedra vive orgulloso de su patriotismo, es fidelista y lo enarbola. A propósito de su participación en el Primer Festival Cultural de Cubanos Residentes en el Exterior, le contactamos vía WhatsApp. Le sobran motivos para sumarse a esta convocatoria conjunta de los ministerios de Cultura y de Relaciones Exteriores de Cuba; para re-conectarse con su pueblo y manifestar, una vez más, el sentido de pertenencia con sus raíces.
¿Cuáles son sus orígenes, Maestro; en qué rinconcito de Cuba nació como artista?
Soy de Sagua la Grande, Villa Clara. Fui alumno del maestro Wilfredo Lam. Cuando él viajaba desde Francia a visitar a sus padres y hermanas, decidía ir al Taller de Artes Plásticas Romañach, situado en el lateral derecho del Hotel Sagua, detrás de la Iglesia del parque. Eran los años 1963, hasta 1967, una vez al año, por unos 15 días
Fue un taller creado al triunfo de la Revolución, donde empezaron a trabajar Instructores de Arte, por ejemplo Manolo Fernández (hermano de la reconocida artista Teresita Fernández) y Francisco Rodríguez Marcet. Allí empezó también Alberto Morales Ajubel, extraordinario dibujante, caricaturista, pintor, retratista e ilustrador, a quien recuerdo con mucho afecto desde aquellos tiempos de infancia.
¿Y qué hizo brotar esa semillita de pintar, de componer mundos con líneas y colores? ¿Había algún pintor en la familia?
Mi padre fue Arquitecto y un hermano mayor a mí, Ingeniero mecánico, excelentes dibujantes, pero no fue de ellos la influencia; tal vez «herencia genética» sí.
Cuenta una leyenda, que en tiempos de juventud, Pablo y Ramón Ruiz Picasso, estuvieron por los Mogotes de Santo Domingo, antigua jurisdicción de la antigua región de Sagua la Grande, ocasión que luego de su regreso a España, aparecieron según cuenta la leyenda, ciertos descendientes como resultado de cierta relación con algunas bellas mulatas de la zona entonces. En un artículo de la revista Bohemia de la época, después del fallecimiento del maestro Pablo Ruiz Picasso, apareció una historia acerca de la «familia negra» de los Ruiz Picasso; dicen realizaron pruebas de ADN, ninguno resultó heredero. Recuerdo que mi abuelo materno, Hilario Ruiz Monis, me contaba de aquella leyenda intentando relacionar mi precoz vocación con la del maestro Picasso, siempre dijo no haberse realizado aquella prueba, pues llevar apellido de una persona con tan grande reconocimiento, no era patente de ser buena gente y que nunca tuvo certeza aquello fuera real. Lo cierto es que de toda aquella lista, según mi abuelo, fue el único que no se sometió a la prueba citada.
Lo que sí es cierto, aunque admiro la vida y obra de muchos grandes de las artes plásticas de todos los tiempos, es que no solo la vida y obra del maestro Wifredo Lam, sino de Pablo Ruiz Picasso, y también de Oswaldo Guayasamín, son mis referentes en este maravillo oficio o profesión de líneas, formas y colores.
De esta historia vino decidir firmar primero con mi segundo nombre, Alberto, luego decidí firmar Saavedra, tal vez haciendo honor a la ética de mi abuelo.
En un pueblo como Sagua la Grande la cubanía es más densa, los sellos identitarios más evidentes y la añoranza como que más ardiente. ¿Así lo cree?
Cuba, mi cubanía, es como el tuétano de mis huesos, que estructuran y mantienen de pie no solo mi cuerpo, sino mi existencia, pensamiento y conducta irreversible en la continuidad y defensa de todo lo que significan los colores de nuestra Bandera Nacional, la letra del Himno Nacional, lo esbelto de la Palma Real, el canto del Tocororo y el perfume de la flor Mariposa.
Cuba es mucho más que mi país, es cuna, es aún el tañir y vibraciones libertarias de la campana de La Demajagua, que siempre hacen latir mi corazón comprometido con la palabra dada desde niño en pretender ser como el Che. Cuba es el divino espacio donde mi alma y mis pasos jamás han salido, ni nadie podrá prohibir que sienta y ande conmigo. Es el magnífico regazo materno, donde siempre estoy protegido de todo mal. Cuba, como Fidel, son lo mismo para mí: luz eterna en el camino de esta vida y otras si realmente existiesen. Cuba es cincel y pincel de la creación y desarrollo comprometido de mi vida, mi cubanía.
¿Cuándo llegó a Ecuador, y qué fue lo primero que extrañó de Cuba?
Llegué al Ecuador en octubre del 2007, formando parte de un grupo de artistas de la plástica invitados por un colectivo de colegas ecuatorianos, en ocasión del V Encuentro Intercontinental de Solidaridad con Cuba. Aquí se sucedieron varias invitaciones para realizar algunas exposiciones y conferencias en universidades. Para entonces, hubo una mezcla de añoranzas, todas relacionadas a la familia y mi cubanía; jamás abandono la bandera cubana, es como mi piel.
Luego conocí a quien es hoy mi esposa y compañera de esta ruta final de vida, Sandra Correa León. A ella agradezco la continuidad del crecimiento como ser humano y profesional en la Academia Universitaria y muy en especial, dentro de las artes plásticas local, e internacionalmente, representando a Cuba y a este maravilloso pueblo ecuatoriano que me ha acogido como hijo también.
¿Se pinta distinto fuera de Cuba, es cierto eso de una luminosidad cubana que acentúa el uso de ciertos tonos?
La luz no solo es la de nuevos ambientes geográficos, es también aquella que uno lleva atrapada en sentimientos y compromisos de identidad.
¿Qué lo motiva a participar en el Festival Cultural de Cubanos Residentes en el Exterior, bajo el lema Cuba va conmigo?
Participar en tan honorable festival es una forma de ser, siendo lo que soy, un cubano agradecido con su “ancestralidad” y sobre todo con la contemporaneidad revolucionaria; como continuidad de lealtad y fidelidad en lo que creo y defenderé hasta las últimas consecuencias y segundos de mi vida. Ser siendo. SOMOS. ¡Venceremos!
Fuente: Cubarte