Compartir la cultura que salva
Por: Sergio Félix González Murguía.
Emilio Toledo Mirabal siente que el tiempo no le alcanza. A sus 32 años lleva sobre sus hombros la responsabilidad de guiar el entusiasmo y el talento de los instructores de arte de la Brigada José Martí (BJM) a lo largo de Cuba.
Pero el joven espirituano, músico de formación, lejos de amilanarse por los retos que imponen la pandemia y la necesidad de un mayor y efectivo acercamiento a las comunidades, se arremanga la camisa y se pone a trabajar. Es consciente del papel que cumplen como mediadores culturales, facilitadores artísticos y agentes de cambio.
A 17 años de la primera graduación de la Brigada José Martí, cuando jóvenes como Emilio escucharon atentos las palabras de Fidel Castro, ese recuerdo permanece intacto y los impulsa a no conformarse y seguir trabajando.
Por ello, los jóvenes instructores de arte han dado una vez más el paso al frente donde se hace más necesaria su labor artística o de orientación cultural, y todo cuanto la comunidad demande. Con su Guerrilla Cultural, iniciativa con que llevan el arte a las zonas más intrincadas y necesitadas, han desarrollado una intensa jornada.
JR acudió al encuentro con Emilio Toledo en la localidad La Cabillera (500 habitantes), municipio de La Habana del Este. Allí lo sorprendimos en medio de un trabajo voluntario que precedió a las actividades artísticas y talleres con niños de una comunidad que intenta salir adelante; donde varios sectores se han unido para hacer más llevaderas las vidas de estas personas.
Entre el calor de una mañana de intenso trabajo, la algarabía infantil y el sonido de instrumentos musicales, nos sentamos a conversar con quien se desempeña desde 2019 como presidente nacional de la BJM.
¿Cómo llega la Brigada a sus primeros 17 años?
La pandemia nos ha obligado a repensar nuestro trabajo para no perder el contacto con los niños, adolescentes y todo el público interesado en nuestras actividades docentes y comunitarias. Esta nueva realidad nos ha llevado a trasladarnos, hasta cierto punto, al mundo virtual, pero no hemos dejado de hacer ninguno de nuestros eventos insignias, como el Taller Nacional de Intercambio de Experiencias o el Escaramujo, principal espacio de creación, en la cual el instructor de arte lleva los resultados de su trabajo y se nutre de otras experiencias.
Preparamos una amplia jornada de actividades para celebrar estos 17 años. Iniciamos en vacunatorios nuestra primera tarea de impacto de forma presencial: allí llevamos el arte para acompañar a quienes esperaban ser inmunizados. También estuvimos en los centros de aislamiento y participamos en tareas de apoyo al enfrentamiento de la COVID-19, incluso sin estar dentro de nuestras competencias artísticas.
Del 10 al 20 de octubre celebramos este aniversario de una manera más especial. Hemos retomado con fuerza la Guerrilla Cultural 50 Aniversario (surgida en 2008 y dedicada al triunfo de la Revolución cubana), porque la esencia de la Brigada es estar en la comunidad. El instructor de arte convive en los barrios, y llevar la Guerrilla a cada rincón es una forma de revitalizar la fuerza tan nutritiva que tenemos en la base.
Los brigadistas habaneros han tenido algunos encuentros con el Ministro de Cultura, en los que se han identificado deficiencias en la efectividad del trabajo en los territorios. ¿Qué gestión hacen de ese tipo de retos?
El instructor de arte es un profesional que ha estado en cada uno de los lugares donde se le ha necesitado. Es un facilitador, un mediador. Ahora el país ha dado una mirada diferente al trabajo cultural comunitario, y nos hemos dado cuenta de que nuestra fuerza en muchos lugares no es la misma desde hace algunos años, cuando surgimos al calor de la Batalla de Ideas.
La Brigada tiene muchos retos. Aunque somos más de 12 000, no somos suficientes para estar en todos lados. Seguimos repensando lo que hacemos y hemos utilizado la virtud del trabajo en colectivo para hacerlo de una manera mejor. Hoy tenemos 609 estructuras de base en los consejos populares. Eso nos da la posibilidad de estar, aunque no físicamente a tiempo completo, en una escuela o en una casa de cultura. Nos da la posibilidad de llegar, al menos una vez al mes, pero tiene que hacerse con mayor fuerza.
Los encuentros con el Ministro pusieron sobre la mesa temas que ya abordábamos hace tiempo a lo interno de la organización, en nuestros consejos nacionales. Hemos hablado muchas veces sobre la importancia de formar nuevos instructores. La BJM siempre ha realizado ese pedido.
Sobre el trabajo cultural comunitario existe un acuerdo entre el Ministerio de Cultura (Mincult) y el Ministerio de Educación (Mined), que nos permite realizar esas tareas con 9 000 instructores de arte en el sector educacional.
Pero el trabajo en las comunidades no debe ser exclusivo del instructor de arte. Es importante involucrar también a las organizaciones políticas y de masas para que los resultados sean duraderos. En 2004 Fidel nos pedía que estuviéramos cerquita del pueblo, y creo que siempre hemos estado ahí, a lo largo y ancho del archipiélago cubano.
La Escuela Nacional de Instructores de Arte se fundó en 1961 y nosotros hemos aprendido de las generaciones que se formaron en esos años, así como otras aprenden de nosotros. Tenemos que ser el ejemplo para las futuras generaciones de instructores de arte.
¿Cómo identifican las necesidades específicas de cada comunidad?
En cada municipio existe una brigada que está presente en los consejos de dirección del Mincult y del Mined a todos sus niveles. Además, estamos integrados al sistema de casas de Cultura y también alertamos o decimos dónde hacen falta instructores por cada manifestación. El instructor de arte es la persona que está allí donde se palpan los problemas.
¿Cuál es la percepción de la comunidad sobre lo que ustedes realizan?
La Guerrilla, por ejemplo, es una labor que la comunidad acoge de la mejor manera, porque llegamos a comunidades muy intrincadas, donde no es habitual un movimiento artístico.
Hay lugares donde pasamos varios días y las familias nos reciben con tal felicidad, al punto de ofrecernos su comida y permitirnos bañarnos en sus casas. Ellos y nosotros lo disfrutamos mucho. Es puro oxígeno llegar a cada comunidad con estas iniciativas. Pero, a pesar de esa buena acogida, debemos ser inconformes con lo que hacemos, su sostenibilidad en el tiempo y la calidad de nuestras propuestas, porque Cuba lo necesita después de casi dos años de pandemia.
¿Cómo ve el futuro de la BJM?
Veo el futuro más fortalecido y maduro. Los integrantes de esta fuerza cultural no son los mismos adolescentes que nos graduamos y salimos a trabajar con 18 años. Hemos aprendido muchas cosas.
Y veo a la Brigada como ese movimiento cultural imprescindible para la cultura cubana, porque siempre estará ahí, será lo más cercano que tengan las instituciones para estar pegadas a las voces de la comunidad y escucharlas.
No debemos olvidar nunca la superación individual y el compromiso de seguir enalteciendo nuestra profesión, hacer que el instructor de arte se sienta orgulloso de ella en el lugar donde esté. Queremos hacer nuestro tercer proceso de retorno, para que muchos instructores que hoy no son miembros de la Brigada puedan regresar.
Quiero agradecer a cada instructor por el tiempo que dedica a su profesión, que no es solamente el de llevar la actividad o la programación cultural de muchos territorios, sino el tiempo que dedican a estudiar o planificar talleres. Confiamos mucho en ellos.
Fuente: Juventud Rebelde