Breve reseña sobre el nacimiento del jazz: sus orígenes hasta 1990
Por: Yilian Carús.
El jazz es un género musical nacido a mediados del siglo XIX en Estados Unidos, que se expandió de forma global a lo largo de todo el siglo XX. Su comienzo es un tanto peculiar: las personas esclavas de origen africano, residentes en zonas sureñas de Estados Unidos, tenían por costumbre manifestar sus tradiciones tocando diferentes tipos de tambores y cantando. A causa de restringir por ley esta habitual rutina, recurrieron a la percusión mediante las palmas de las manos y el batir de los pies para disfrutar de sus fiestas y su música. Sin embargo, la prohibición no tuvo vigor en la llamada Place Congo de Nueva Orleans, en la que los esclavos tenían libertad para reunirse, cantar y acompañarse de verdaderos instrumentos de percusión artesanales. Aun así, el jazz no sólo tuvo influencia en la música tradicional de estas gentes.
Los géneros precursores del jazz fueron: el dixieland, nacido hacia 1910, interpretado por agrupaciones compuestas por tres instrumentos básicos: la tuba, la corneta y el saxofón, más la batería, el bajo, el clarinete y el trombón que se encargaban de la base rítmica; y más tarde el ragtime, cuyo máximo exponente fue Scott Joplin. Este último género se basaba en una mezcla particular de acentos y síncopas, siendo habitualmente interpretado por un pianista.
En 1917 las autoridades cerraron el barrio de burdeles de Storyville de Nueva Orleans, donde actuaban, y las bandas emigraron al norte, a las ciudades de Chicago y Nueva York, donde fueron contratadas por clubes que en su mayoría eran propiedad de las mafias, iniciándose así la expansión del jazz.
El jazz de esta década se caracteriza por la pulsación rítmica en los tiempos débiles, se desplazan los acentos rítmicos hacia el segundo y cuarto tiempo, sobre todo en la batería.
Tras la era del swing, el jazz era conocido y apreciado en todo el mundo, reconocido incluso por compositores clásicos de la talla de Stravinsky. Sin embargo, el término swing gozaba de mala reputación entre los músicos: se consideraba que sólo los profesionales de menor talento se dedicaban a este tipo de música comercial, de modo que los músicos más serios ─como Duke Ellington─ se estaban alejando del estilo. El declive de las big bands de swing dio lugar a un nuevo tipo de música radicalmente diferente, cuyos únicos rasgos en común consistían en una instrumentación similar y en el interés por la improvisación, el Be Bop. El nacimiento del estilo tuvo lugar en 1941 cuando Dizzy Gillespie, Milt Hinton, Charlie Parker, Thelonious Monk y Kenny Clarke se reunieron en el Minton’s Playhouse de Nueva York para una serie de conciertos informales.
El nacimiento formal del movimiento cool tuvo lugar en 1948 con la publicación del álbum Birth of the Cool, de Miles Davis. Este trabajo discográfico supuso todo un manifiesto autodefinitorio y una de las grabaciones más influyentes de la historia del jazz. El nuevo estilo se derivaba directamente del bebop, pero resultaba una música más cerebral, que tenía como principal objetivo el establecimiento de una atmósfera “calma y meditativa”.
El cool jazz resultó particularmente popular entre músicos blancos, como Lennie Tristano ─en parte por su alejamiento de las raíces africanas del jazz─, pero también encontró un hueco entre las preferencias de músicos negros que pasaron de ser simples entertainers a adoptar un papel más activo y serio en la búsqueda de su identidad musical. Gunther Schuller fue el iniciador oficial del third stream, una corriente que establecía un puente entre la música clásica y el jazz.
En los primeros años de la década del sesenta se asistió a una irresistible ascensión del free jazz que, paralelamente, recibió una gran cantidad de rechazos resumibles en una sola frase: «esto no es música». Críticas que, por otra parte, provinieron no solo del público o de periodistas especializados, sino de músicos de jazz, como Roy Eldridge o Quincy Jones. A mediados de la década, prácticamente todos los músicos jóvenes de jazz estaban influidos por el “free”. Hacia 1965, el free jazz se había convertido en una manera de expresión ricamente articulada que abarcaba todas las temáticas y comandaba todas las vías de desarrollo del jazz.
Los jazzistas de los años setenta integraron en el género diferentes culturas musicales. De esta mezcla nacieron el jazz-rock, jazz latino, jazz afrocubano, jazz flamenco, entre otros. A excepción del pianista Keith Jarret, los intérpretes de esta época usaron instrumentos electrónicos. Aunque la característica sobresaliente del jazz de los setenta fue la fusión, el estilo de las décadas anteriores se siguió interpretando para un público minoritario.
El jazz representaba para los negros norteamericanos la alternativa popular a la música clásica, pero en el momento en que comenzó a derivar, primero hacia el free jazz y luego hacia las distintas fusiones que tuvieron lugar en la década de 1970, fue alejándose cada vez más de sus orígenes, entrando en una crisis de identidad que, a finales de esa década, aún no había sido resuelta.
La segunda mitad de los años 90 conoció un revival de la música para big bands, una tendencia que se había originado en la década anterior, en la obra de músicos como el bajista Saheb Sarbib o el cornetista Butch Morris. El tecladista Wayne Horvitz desarrolló su idea del “jazz progresivo de cámara”; el veterano multiinstrumentista Marty Ehrlich recogía la influencia del jazz tradicional, la improvisación, la música ligera y la música clásica de vanguardia; mientras que la estadounidense María Schneider, alumna de Gil Evans, resucitó el estilo de su maestro en diversos álbumes para orquesta.
Más allá de las fronteras de Nueva York, continuaban apareciendo en los últimos años del siglo pasado una serie de artistas, que desarrollarían el grueso de su trabajo ─en el que reelaboraban los conceptos establecidos por generaciones de jazzistas anteriores de múltiples y creativas maneras─ ya en el nuevo siglo. Por ejemplo, el bajista Michael Formanek había debutado en 1990, y el argentino Guillermo Gregorio o el canadiense Paul Plimley, ya habían editado discos a mediados de la misma década.
Esta es, en una rápida mirada, los inicios de este gustado género, que en la actualidad se ha convertido en «una suerte de lenguaje musical universal», y que cada 30 de abril celebra en buena parte del mundo su Día Internacional del Jazz, por decreto de la Unesco.