Ballet y literatura: lenguaje y comunicación
Por: Yilian Carús.
Con esta investigación pretendo arrojar luz acerca de las relaciones danza-literatura y más específicamente ballet–literatura, apoyándome, para ello, en el ballet romántico Don Quijote.
Nuestro cuerpo comunica constantemente, no solamente empleamos palabras para transmitir nuestros estados de ánimo. Éste es el llamado lenguaje corporal, que como su nombre indica, es la expresión del cuerpo. Cuando, con voluntad de estilo, se estilizan y se ordenan en grupos de movimientos estas expresiones, nos hallamos ante una propuesta de danza.
En un nivel artístico, para realizar trabajos dancísticos se requiere entrenamiento físico y trabajo coreográfico dirigido. Aunque podemos hacer uso de nuestra expresión corporal para bailar en casa, con amigos, pues el movimiento con ritmo y al son de la música parece ser inherente a todos los seres humanos.
Aunque la pintura y la danza no emplean palabras, sí requieren entrenamiento por parte del público receptor, pues son lenguajes que han sido creados dentro de contextos culturales, temporales y espaciales diversos. Cada persona tiene un manejo de su cuerpo que le es propio y la mayoría de las veces éste es inconsciente. Sin embargo, él es la base de todos los procesos artísticos que denominamos danza. Claro que en este caso la expresión corporal que se da de manera natural, ahora se encuentra cultivada, codificada y, sobre todo condicionada por un aspecto externo de gran importancia, la música o la ausencia de ella como hecho artístico – musical.
Ya sabemos el movimiento es natural a todos los seres humanos, así como sabemos también que es la base de todo tipo de danza. Ahora bien, el ballet es la formalización, la estilización, la aplicación de técnicas al movimiento. Se trata de tomar, de transformar el movimiento humano en un ejercicio estructurado, trabajado, que llegue al público estableciendo el diálogo, la comunicación del hecho artístico.
Dicho movimiento no es arbitrario, responde a un orden, a unas líneas y formas que van desde la cabeza hasta la punta de los pies. En esta propuesta estética reside, en gran medida, la belleza del ballet.
Como el ballet aplica técnicas codificadas a lo largo de los siglos, en el ballet se habla, más que en gestos propiamente dichos, de movimientos posturales, es decir, gestos que se expresarán con la mayor parte del cuerpo, de ser posible con todo, y no sólo con una pequeña parte (generalmente el rostro). Se invita al público a sentirse fuera de presión y preocupación por entender (hablando específicamente del ballet), a disfrutar y conmoverse, ya sea por el virtuosismo de los bailarines, la puesta en escena, el vestuario, la música o por la historia contada.
El ballet expresa sentimientos, emociones que comunica mediante movimientos que interpretan una trama que intenta conmover al público, a través de una expresión corporal clara e inmediata. Si bien el ballet es de origen occidental, nos vemos ante una forma artística que ha logrado llegar y cautivar a audiencias en diversas partes del mundo. El ballet logra transmitir contenidos de una manera llamativa y permite que obras como Don Quijote, cuya base literaria es española, sean admiradas y reconocidas por diversas culturas, entre un público sensible y medianamente entrenado, sin necesidad de recurrir a una traducción del idioma en que fue creada la obra literaria que a veces le sirve de base.
El ballet clásico trabaja historias sencillas, que tienen una «exposición, un nudo y un desenlace», tal como señala Noverre, en una de sus Cartas sobre la danza y los ballets: «La Poesía, La Pintura y La Danza no son, señor, o no deben ser otra cosa que una copia fiel de la bella naturaleza. […] Un ballet es un cuadro, la escena es la tela, los movimientos mecánicos de los que figuran en él son los colores; su rostro, me atrevo a expresarlo así, es el pincel; el conjunto y la animación de las escenas, la elección de la música, la decoración y el vestuario constituyen el colorido, en resumen, el compositor es el pintor (Noverre).
El ballet es pues, un montaje coreográfico en el que se une la destreza de técnica danzaria, que se vale de un lenguaje corporal condicionado por una musicalidad establecida, y el argumento de grandes obras literarias como El ingenioso hidalgo, obra del canon de Occidente, y, tal como las celebraciones de los cuatrocientos años de la publicación de la primera parte de la novela lo mostraron, tanto Don Quijote como El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha se siguen representando y leyendo en todas partes del mundo.