Aniversario 69 del 26
Por: Grisel Chirino Martínez.
Parecía, en verdad, que el Apóstol iba a morir en el año de su Centenario, pero era solo una apariencia. Bajo la infame penetración yanqui en todas las esferas y el régimen oprobioso que se apoderó de Cuba en marzo del 52; la estrella de Martí seguía ardiendo plena de limpieza y pulcritud, seguía llamando a la guerra necesaria e inevitable.
El Maestro estaba vivo en el pueblo, en los hombres honrados y dispuestos a mostrar con el ejemplo y con el sacrificio el camino a seguir; en los jóvenes que junto a Fidel se preparaban en silencio para la acción armada.
Aquel 26 de julio de 1953 fue el despertar, una generación de gigantes sencillos no pidió honores ante la valentía sin límites y se entregó sin condiciones de ninguna índole a la Patria para asumir su compromiso con la historia.
Madrugada gloriosa en la heroica Santiago. Una insólita caravana de autos rasgaba con sus luces la ciudad todavía no amanecida para emprender una acción totalmente ajena a la festividad carnavalesca que tenía lugar por aquella fecha.
Sus ocupantes, jóvenes intrépidos pertenecientes a lo mejor de la generación del centenario martiano, protagonizarían el heroico asalto al cuartel Moncada para promover el derrocamiento del régimen tiránico a través del método de la lucha armada.
Las acciones en Santiago de Cuba contemplaban el ataque por sorpresa a la segunda fortaleza militar del país en importancia. A cargo de esta misión estaba un grupo de 90 hombres dirigidos personalmente por Fidel como jefe del Movimiento.
La toma de otros dos edificios cercanos serviría de posiciones de apoyo al asalto principal con vistas a contribuir al éxito de la operación. El Palacio de Justicia, edificación más alta de la ciudad, que permitía divisar desde su cima todas las instalaciones del Moncada, sería tomado por un total de 10 compañeros bajo la dirección de Raúl Castro.
Igualmente, el hospital civil Saturnino Lora, cuyo asalto sería ejecutado por un grupo de 21 combatientes comandados por Abel Santamaría, como segundo jefe del Movimiento.
La acción que se ponía en marcha la madrugada gloriosa del 26 de julio sería, como afirmara nuestro máximo líder «el pequeño motor que ayudaría a arrancar el motor grande».
Los jóvenes de la generación del centenario hicieron suyas las palabras de Fidel en vísperas de la acción y marcharon al combate para que la Patria fuera libre:
Compañeros: Podrán vencer dentro de unas horas, o ser vencidos. Pero, de todas maneras —óiganlo bien, compañeros— este movimiento triunfará. Si vencen mañana se hará pronto lo que aspiró Martí. Si ocurre lo contrario, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba y de ese propio pueblo saldrán otros jóvenes a tomar la bandera y seguir adelante.
Muchos de los jóvenes fueron asesinados y masacrados. Abel Santamaría y otros integrantes del grupo fueron capturados, torturados y asesinados en el cuartel el propio día 26. Así entregaba su vida por la causa revolucionaria «el más generoso, querido e intrépido de nuestros jóvenes, cuya gloriosa resistencia lo inmortalizó ante la Historia de Cuba».
En las acciones de aquel día y pese a la desigual contienda, las bajas de la tiranía habían sido doblemente superiores a la de los combatientes del movimiento; por eso el tirano indignado desató una brutal y sanguinaria represión contra los detenidos y la soldadesca mató y asesinó valiosos jóvenes durante una semana.
Pero en rigor, tal como había anticipado Fidel, el pequeño motor no había fallado. Una de sus chispas engendraría después los sucesos del Granma, gestores de la epopeya de la Sierra Maestra como senda segura hasta la victoria final.
Se cumplía una vez más el acertado pensamiento martiano: «Ningún mártir muere en vano, ni ninguna idea se pierde en el ondular y en el revolverse de los tiempos. La alejan o la acercan, pero siempre queda en la memoria de haberla visto pasar».
A 69 años de aquella gesta, con gratitud y amor, Cuba continúa levantando como banderas de victoria, los nombres de los caídos en el Moncada. Ellos siguen vivos en el recuerdo, en la obra creadora y en cada una de las batallas actuales que libra nuestro pueblo.